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El pasado tejido con cada línea del retrato, hilos de recuerdo de tantos alumnos que nunca te olvidarán.
Con el aire de imágenes y retratos de antaño, atrapar la luz del vínculo reflejada en sus miradas contrapuestas. La luz de un hilo que ellos todavía aun no saben expresar, pero que sienten cómo ya los ata y tira de ellos… para siempre.
Si construyera el camino de mi vida en forma de estaciones de Spinoza, ilustre filósofo de raíces rayanas, en estos cinco años habría pasado del conocimiento a la libertad, del conocimiento a la felicidad.
Comprender quién era yo en realidad, cuál mi naturaleza, qué camino era mi destino. A partir de ahí todo era fácil, bastaba, basta con ir paso a paso.
Es fácil entender el orden correcto alumbrado por el inquieto e inquietante crecer de Abril, deslumbrante luz de mi vida, reflejo de la misma fuerza torrencial y protectora que emana de su madre.
Feliz cumpleaños, Abril.
Sospecho del brillo de Abril porque es mi hija.
Sospecho de su luz porque es su madre la que la atrapa en sus pinceles.
Y entre el hoy y la memoria, no se me aclara el recelo de escuchar el rumor de la misma savia incontenible en la madre y en la hija.
Pasan los años
queda el tiempo y la vida
la muda y la herida.
Cambia el reflejo,
no la mirada
capaz de transformarlo todo,
entero el futuro
en nuevos caminos
con forma de líneas,
unas por leer,
otras por escribir.